La estampida

NO hace falta pasarse la vida viendo documentales en La 2 para saber cómo funcionan estas cosas. La manada huye de forma compacta, pero siempre se separa alguno. Bastan unos metros, un paso en falso, y el animal está perdido. Lo sabe el animal, lo sabe el depredador, lo sabe quien filma y lo sabe quien contempla. No es hermoso. Simplemente es natural.

María Dolores de Cospedal lleva ya unos cuantos días alejándose de la manada. Y se le nota en los ojos. Cuanto más desafío en las palabras, más huidiza la mirada. Siente el peligro en la nuca.

En este enojoso asunto de Bárcenas, a Cospedal le ha tocado asumir los mayores riesgos inmediatos. Mientras el jefe de la manada huye con las hembras y las crías (aunque simule quedarse quieto), Cospedal ejerce de macho alfa. Frente al silencio de Rajoy, Cospedal habla y da la cara.

Le corresponde como secretaria general de un partido en apuros y, por lo que parece, se aviene con su carácter. Cuando caiga, si como indican las circunstancias es la primera en caer, se le podrá discutir todo menos el valor.

Los documentales recurren a la cámara lenta. En una posición de crueldad vicaria, el espectador descubre que el ejemplar estaba en peligro desde mucho antes de quedar expuesto. El último paso erróneo es consecuencia del primero, apenas perceptible en su momento.

Si uno repasa hoy las imágenes de aquella comparecencia terrible, en la que se introdujo el concepto de «indemnización en diferido» y se trató de explicar la confusa cotización a la Seguridad Social del ex tesorero Luis Bárcenas, y ve la sonrisilla que remató los titubeos, comprueba que Cospedal sabía dónde estaba antes de que lo supiéramos nosotros.

El tropezón de los 200.000 euros, tan supuestamente introducidos en la contabilidad oficial del PP que se disolvieron en ella sin dejar rastro, es casi la puntilla. Casi.

Ha de llegar todavía el alejamiento definitivo, el acoso individual de los perseguidores, la defensa desesperada del perseguido y el punto final. Que, vista la abundancia de depredadores, no será el final de la estampida.

No presupongo que Cospedal sea culpable de nada, desde un punto de vista jurídico. Esto es política. Una estampida política. Cuando las cosas se ponen tan feas, alguien tiene que caer. Sólo eso.

Quienes se sorprenden por el silencio de Rajoy harían bien en mirar a Cospedal, la que no rechaza preguntas. Aunque ahora den ganas de cerrar los ojos.